«Los mayores también hacen los deberes»

Personas mayores voluntarias de diferentes comunas de Francia ofrecen su tiempo y conocimiento a niños y adolescentes que necesitan apoyo escolar. La mayoría provienen de familias migrantes.

Por Elsa Viñas y Cita Litvak*

La escena conmueve y enternece. En uno de los salones del Rond d’Or o “Redondel Dorado”, un elegante vestíbulo de lo que habrá sido un palacio del siglo XVIII, un grupo muy particular se encuentra en plena labor. La seriedad de la tarea no impide que se respire un aire relajado y placentero.

Niños y adolescentes trabajan en sus tareas escolares. Muy cerca de ellos, atentos a lo que sucede, están los protagonistas: los seniors bénévolants, como los llaman en Francia, o “voluntarios mayores” como les decimos en estas latitudes.

El programa lleva el nombre de Mamie devoirs (que traducido significa “abuela deberes”). Voluntarios y voluntarias mayores brindan apoyo escolar a niños y jóvenes de familias inmigrantes, con diferentes niveles de estudios, en diversas regiones de Francia. Estos encuentros intergeneracionales se realizan fuera del horario escolar en alcaldías, bibliotecas y clubes barriales.

Con ternura infinita, en una mezcla de autoridad y complacencia, estos adultos mayores los ayudan con sus dificultades para realizar las tareas escolares. Es una invitación a “crecer juntos”, desde la experiencia, saberes y sobre todo, desde el amor solidario que inspira el voluntariado.

Como si esto fuera poco, estos mayores se convierten en puentes que unen culturas, ayudando a integrar a los recién llegados a través de la transmisión de valores y costumbres locales. Juegan, además, un rol muchas veces ausente para las familias migrantes; se convierten en una suerte de “abuelos sustitutos”- de aquellos que quedaron en su patria de origen – mitigando, de algún modo, esa carencia afectiva.

Rincón intergeneracional

El rostro de Hélene, surcado por las líneas que marcan los años, se ilumina cuando Fouad, de 8 años, logra resolver con éxito su último ejercicio. Ella se describe como “una mujer feliz, plena, llena de vida”. Retirada hace dos años de su profesión (abogada) decidió que quería seguir viva, hacer cosas, brindar a otros lo que creía que podía dar. “No sabía muy bien cómo ni dónde”, nos cuenta Hélene, esta elegante dama de coquetos 70 años, que no deja de sonreír en ningún momento.

Mientras juguetea con sus anillos, nos cuenta que por intermedio de una amiga se enteró de un programa creado y organizado por la Municipalidad de Val de Marne, para ayudar a niños que por diferentes cuestiones, requerían de una asistencia extraescolar. “No lo pensé ni por un segundo y al día siguiente me presentaba en la Marie de Sucy para inscribirme”, confesó.

Cuenta Hélène que es madre de dos hijas y abuela de “cinco adorables nietos” y que pudo conjugar los dos roles, el familiar y el del voluntariado, hallando así un verdadero bienestar en esta etapa de su vida.

No solo letras y números conforman el paisaje de estos encuentros. Unos ricos brioches o tartines franceses traídos por alguna de estas mamies (“abuelas”) suelen mezclarse en una merienda ocasional con unos faqqas o maamoules marroquíes, brindados por una agradecida mamá, nos cuenta Marie Claire, otra de las entusiastas voluntarias.

Fouad, así como Osman o la graciosa y bella Malak son algunos de los estudiantes que asisten a los centros. Se sienten más seguros en ese ambiente en el que comparten estudio y consejos de esos ocasionales abuelos y en el que pueden intercambiar también diferentes vivencias culturales.

Mayores e Inmigración: una experiencia local

Hoy la mayoría de los inmigrantes llegan a sus nuevos destinos en condiciones de vulnerabilidad extrema, por lo general indocumentados, con menos oportunidades educativas, escasos recursos, y desconocimiento, muchas veces, de la lengua y costumbres del país al que arriban.

Esa realidad desafiante y muchas veces expulsiva atenta contra la participación de los padres en la educación y la adecuada promoción del desarrollo de sus hijos.

En lo que respecta al voluntariado, en Francia, los voluntarios mayores de 65, representan un 36,6 % del total del voluntariado. En Argentina, en cambio, resta un largo camino por recorrer: tal como lo revela el Informe Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores, elaborado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica junto con la Fundación Navarro Viola, a pesar de que 2 de cada 10 lleva a cabo tareas solidarias, 4 de cada 10 declara interés por ofrecer su tiempo libre en ese tipo de tareas.

Investigar sobre Mamie devoirs nos transportó a una escena de 1930. Era un barrio popular, de casa bajas, donde iban surgiendo también curtiembres, talleres, galpones y chimeneas. En una biblioteca del barrio de Avellaneda, sobre unas largas mesas, se agrupaban cada atardecer decenas de jóvenes ávidos por aprender ” la castilla”, que era como llamaban los italianos al idioma español.

Mi padre – nos cuenta Alfredo – era uno de esos jóvenes, recién llegado de Génova, alojado por un tío en su casa de Avellaneda. Fue en la biblioteca del barrio donde aprendió a leer y escribir la lengua del país que lo recibió y le dio trabajo; fue en Argentina donde también formó una hermosa familia y eligió morir.

Allí se reunían italianos, polacos, rusos, entre otros, donde aprendían los rudimentos del español para lograr una mejor inserción social y laboral. Un ejemplo más que elocuente es el nombre de esa biblioteca que funciona aún hoy y desde 1921: “Veladas de estudio después del trabajo”.

Es imposible hablar de inmigración y permanecer indiferentes. En la Argentina, todos descendemos de los barcos. Idénticas dificultades a las afrontadas por los inmigrantes que hoy llegan a Europa, las padecieron nuestros abuelos allá por los siglos XIX y XX; también en ese entonces la sociedad civil generó los instrumentos para posibilitar la integración de los recién llegados.

Una de las instituciones que supo acoger esa realidad fueron las bibliotecas populares, creadas a instancias del presidente Domingo Faustino Sarmiento en 1870; más allá de propender a la difusión del libro y la cultura en todo el territorio, se convirtieron en verdaderos centros de alfabetización de adultos a los que los trabajadores acudían luego de la jornada laboral.

En la actualidad, aunque en menor medida, siguen llegando a nuestra tierra cientos de familias con desafíos enormes de integración cultural. Paralelamente, existe una gran cantidad de niños y jóvenes que carecen de acompañamiento escolar, puesto que sus padres, ya sea por falta de recursos económicos, educativos, o simplemente de tiempo, no les pueden brindar el apoyo necesario.

¡Qué lindo sería poder replicar en nuestro país el programa francés!

El examen chileno

Continuamos investigando sobre apoyo escolar en manos de personas mayores y descubrimos que no estamos tan lejos. Es una noticia reciente: Chile lanzó durante el mes de junio el Programa Voluntariado País de Mayores, ejecutado por el Fondo de Solidaridad e Inversión Social, FOSIS (Fondo de Solidaridad e Inversión Social) y el Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama), ambos servicios dependientes del Ministerio de Desarrollo Social.

El proyecto permite que personas mayores voluntarias, en este caso profesores jubilados, entreguen apoyo escolar a niños y niñas que pertenecen a familias del programa Seguridades y Oportunidades, con el fin que mejoren su rendimiento escolar, su conducta y adquieran hábitos de estudio.

En esta primera etapa, contará con la participación de 18 voluntarios mayores los que trabajarán con 36 niños y niñas. Tal como lo anuncia la web oficial, “se busca promover la integración social y las relaciones intergeneracionales de personas mayores, preferentemente profesionales jubiladas, y de niños y niñas que pertenezcan a familias vulnerables, a través de la transmisión de su experiencia sociolaboral y la entrega de apoyo escolar.”[1]

Con un espíritu similar al caso francés, sin dudas vale la pena seguir de cerca los logros y aprendizajes de la experiencia vecina.

[1] Más información en http://www.senama.cl

Cita Litvak y Elsa Viñas

Son voluntarias de la Fundación Navarro Viola y formaron parte del programa #VocesMayores, donde escriben historias de voluntariados nacionales e internacionales, en los cuales las personas mayores son las protagonistas y sus formas de acción son ejemplos a imitar.