«¿Hay vida después de la jubilación?»

Jorge Emilio Alonso, autor del libro «JubiloAcción», nos cuenta cómo transitó esa etapa de la vida.
Sostiene que trabajó sobre sí mismo, sus temores y dificultades, cómo hacerles frente y qué estrategia darse para “gestionar” su nueva vida de jubilado. “Yo soy ahora mi empresa”, dice sonriendo.

Por Marily Saguier*

Sin duda, lo primero que impresiona en Jorge Alonso es su contextura robusta y su 1,98 de estatura. Pero apenas empieza a hablar, queda muy claro que Jorge es mucho más que eso.

Hombre de Avellaneda, desde el principio de la conversación ése, que siente su terruño, aparece cargado de afecto y emoción. Todavía no tenía dos años cuando muere su padre y se mudan, entonces, a la casa de sus abuelos maternos. Las figuras de un tío y de su abuelo Emilio se vuelven sus referencias “paternas”, figuras muy importantes pero que no alcanzan a compensar esa pérdida tan prematura que –sostiene- lo marcó para siempre. Con ella relaciona inseguridades y miedos que lo atravesaron gran parte de su vida. “Conocí el dolor muy temprano pero creo que eso también me posibilitó disfrutar, apreciar mejor las buenas cosas de la vida”, dice. “En la vida, el dolor es inevitable, podríamos decir ‘obligatorio’, el sufrimiento en cambio, es optativo, depende de la actitud con que enfrentamos el dolor”.

Enfrentar ‘con actitud’, eso parece haber caracterizado toda la vida de Jorge.

Comienza a trabajar a los 17 años, y con 20 recién cumplidos se casa con Alicia, compañera con la que hoy, casi 50 años después, han construido una familia de tres hijos y siete nietos con los que se sienten – dice-, felices y agradecidos a la vida.

En el mundo del trabajo, más allá del esfuerzo y dedicación, Jorge sostiene que la ética fue siempre “una bandera” que nunca quiso bajar y de la que se siente particularmente orgulloso.

Logró desarrollar una carrera muy exitosa ocupando cargos de responsabilidad en el área de Sistemas, en empresas nacionales e internacionales importantes. Disfrutaba lo que hacía, pero la exigencia era mucha y distintos factores de salud le plantean muy seriamente la necesidad de cambiar de vida. “Fue una crisis importante. Tenía 46 años. Utilicé mi sufrimiento para aprender y crecer”.

El tratamiento psicológico lo ayudó mucho y “la fuerza interior – dice-, ésa que todos tenemos”. Decidió tener un ritmo de trabajo comprometido pero menos exigente, sin importarle perder jerarquía o, incluso, parte de su ingreso.

El proceso de readaptación a las nuevas condiciones fue duro, pero una vida vivible fue la recompensa.

Las actividades solidarias en ámbitos y asociaciones diversas estuvieron siempre presente en su vida, con un lugar especial para Independiente, ¡el club de sus amores! También hubo incursiones en el periodismo, entusiastas actividades como cantor de tangos, 27 peregrinaciones a Luján, y la lista sigue…

Jorge parecía haberse animado a todo. Sin embargo, al acercarse el momento de la jubilación una nueva crisis se hace presente. “¿Qué hago?, ¡¿Qué voy a hacer?!,¿Cómo me preparo?… ¡Soy polifacético, algo tiene que aparecer!”, pero no encontraba respuesta alguna. Luego de tantos años de actividad laboral esa nueva etapa le resultaba inquietante por desconocida, pero también por diversas cuestiones anímicas y económicas, que podía anticipar. El agravamiento de salud de su madre y la consiguiente necesidad de mayor asistencia fue la gota que colmó el vaso. Nuevamente se encontró atravesando angustias, inseguridades, ataques de pánico.

Jorge todavía no sabía que estaba por llegar “una vida mejor”, pero tampoco se sentó a esperarla. Intentó encarar la situación apelando a recursos internos y buscando simultáneamente alternativas concretas en el afuera. Así fue como no dudó en inscribirse en el Plan Nacional de Preparación para el Retiro Laboral del ANSES. Esa experiencia fue decisiva. Hizo con entusiasmo y “actitud” los diferentes talleres de preparación para esa nueva vida y lentamente comenzó a diseñar el proyecto de su vida futura. Trabajó sobre sí mismo, sus temores y dificultades, cómo hacerles frente, qué estrategia darse para “gestionar” su nueva vida de jubilado: “Yo soy ahora mi empresa”, dice sonriendo.

En este proceso de re-diseño de su vida, Jorge fue descubriendo muchas cosas. Un día, comenzó a pensar que le gustaría compartir con otros algunas de las cosas aprendidas en estos últimos años, cosas que podrían ayudar también a otros al momento de encarar el retiro de la actividad laboral. Así, surge el libro que tituló con humor: “JUBILoacción. He pasado a mejor vida”. Doy fe que se lee con interés, alegría y placer.

Jorge está convencido de que es fundamental “seguir aprendiendo todos los días, buscar cosas que nos interesen, encontrarnos con amigos, estar atentos a quienes podemos ser útiles, leer, investigar en Internet, hacer actividad física. No estar atado a horarios, la posibilidad de disponer del propio tiempo resulta un aliado valioso para desarrollar proyectos que iluminen esta etapa de la vida”, sostiene. Simplemente, se trata de “ser feliz, que es para lo que nacimos, para vivir con intensidad y gratitud, también después de la jubilación”, dice, con una energía que resulta, a la vez, entusiasta y serena. Sí, realmente no exagero, si digo que es la prueba viviente de que hay vida, mucha vida, después de la jubilación.

 

 

Marily Saguier

Nací en Buenos Aires, a mediados del siglo pasado y desde que tengo memoria me desvela la enigmática presencia del otro, de “los otros”, quizás por eso es que soy socióloga y psicóloga social. Pero eso fue “en mi primera vida”. Poco a poco, mi interés, mi vocación por la belleza fue ganando terreno, y las actividades vinculadas al mundo del arte fueron ocupando el centro de mi actividad.

Haber sido elegida para realizar una pasantía de seis meses en el MALBA fue decisivo. A partir de allí, ver arte, leer, estudiar, compartir con otros mi pasión, se volvió prioritario.

“Inventar” una visita de arte, pensarla, diseñarla y ofrecerla a grupos, de diferentes perfiles, me resulta fascinante. Me gusta sentir que mis visitas son una fiesta, para mí y para los otros.

En esas visitas, mirar, sentir, pensar juntos, es una experiencia muy fuerte y enormemente feliz. ¡Genera adrenalina y nos “empodera” a todos!

Lo que me gusta, tanto en mis visitas como en mi trabajo de curaduría, es mostrar, compartir, poner en valor la obra de otros, sean artistas consagrados o aún enfrentados a las poderosas dificultades – internas y externas-, que deben superarse para crear, difundir y hacer valer el trabajo  que realizan.

Creo que todo lo anterior se vincula, ahora, a mi entusiasmo con la tarea de poner en valor la Voz de las Personas Mayores, artistas de la vida, creadores de belleza.